La E se levanta, llega hasta dicho punto y, agachandose, alza entre sus brazos un chiguagua. Acariciandolo, regresa al banco y se sienta de nuevo. El lejano guateque cobra intensidad. Con el Chiguagua en sus brazos, la E deja que su mirada se pierda en la lajania. Una de sus manos pasa y repasa, suave, por el breve lomo del Chiguagua.